sábado, 27 de octubre de 2012

Onírico

Hoy, he vuelto a soñar con esa situación. Siempre. Pocas veces tengo la suerte de que no se repita el sueño. Me acostumbro a dormir poco para no recordar, a dormir lo mínimo para tan siquiera descansar, y no volver a verlos. Pero en los momentos donde mis 5 horas no me bastan vuelve a mí.

"Y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño. Y con todas si duermes a mi lado..."

Debe ser eso. El hecho de tener alguien en tu vida, nos hace sentir la seguridad de que nunca se irá. De que todo estará bien. Y es entonces cuando solemos soñar con otras cosas, con mundos imposibles o aspiraciones y metas.

Pero, cuando el romance se acaba, cuando ya no se poseen los sentimientos de antes, nuestro cerebro vuelve a soñar con tenerlos. Con volver a estar a su lado. Todas esas quimeras y estupideces que antes inundaban nuestra cabeza ahora desaparecen. Se evaden y se van. Dejan de ensuciar y despejan la niebla a lo único y verdaderamente importante en tu vida: ella.

Hoy, volví a sufrir esa tortura de nuevo, por parte de mi cerebro. Volví a verlos, juntos y felices. Como solíamos serlo nosotros.

Hay días donde siento que todo basta, que ya se ha terminado. Que ya soy capaz de seguir viviendo. Y entonces, sin saber porqué, vuelvo a soñar con ella. Con que está de nuevo a mi lado, con que me abandona para irse con él. Vuelven a mí visiones de un pasado o de un presente que me castiga y me destroza. Me hace pisar el asfalto y hundirme en la miseria más profunda.

Y es entonces, cuando los veo irse juntos, dejándome a mí atrás, cuando siento que muero, de nuevo. Cuando muero como cada noche sin quererlo. Cuando, tras sufrir la más dura de las torturas en tu cerebro, tras soportar un inmenso dolor recreativo por ver esas imágenes, te abandonas a la nada, oscura y silenciosa. Y lo tienes claro. Estás muriendo. Aunque cada día te engañes o permanezcas con esa estúpida sonrisa te mueres. Mueres desde cada segundo que sigues en esta situación.

Y tu cerebro, como un fiel carcelero constante, noche tras noche, te hace verlo. Te hace ver lo que ya no es. Te hace ver dónde está ella ahora. Te hace verlos, felices, lejos de ti. Mientras tú, noche tras noche, vuelves a morir. Una y otra vez. Preso de esta tortura hasta quién sabe cuándo.

Y despiertas, a menudo suelo hacerlo con lágrimas en los ojos. Con el corazón latiendo presa del pánico y esta maldita tristeza y melancolía desde que apoyo un pie en el suelo. Y ya nada puede ir peor que eso, ya nada podrá ir peor en el día que aquellas imágenes. Es un pesimismo realista. Un pesimismo que, sin saber bien porqué, ha conseguido mantenerme vivo hasta aquí. Después de volver a verla, después de volver a perderla, noche tras noche, ¿qué puede ir a peor?

Ando preso de la tristeza y de este vacío durante todo el día. Ando hundido y deprimido nada más levantarme con restos de aquellas escenas en mi cabeza aún. Y entonces, espero. Espero y aguardo mientras veo el día pasar, con lentitud, con calma. Sin prisa alguna.

Y luego. Y luego, vuelvo a dormir rezando para no volver a verlos. Para no volver a imaginarme de nuevo otra tortura más para este cerebro machacado.

Y me duermo, y me sumo en el olvido, de nuevo. Sin saber cuánto más aguantaré, hasta despertarme de nuevo, llorando su nombre.

1 comentario:

  1. No se me ocurre nada mejor que decirte que esto:
    http://soybuenperdedor.blogspot.com.es/2012/11/i-love-us.html
    Alguien dijo una vez que la forma más eficaz de olvidar un amor es convertirlo en narrativa.

    ResponderEliminar