domingo, 21 de octubre de 2012

VIII

Como un segundero afilado en el tiempo,
sentencia su hora, somnoliento arruinado.
Amargado, triste o sólo en su quimera.
Aún no puede entregarse a sus sentimientos.
Aún sin atreverse, a ser olvidado,
Aún si ser capaz de ser, lo que quisiera .

Mi pontífice supremo de ancha espera,
rompe el furor maldito de ansia mala,
campaneando en mi cerebro con franqueza.
Existe en mí un vacío de sus caderas,
que dejando de ser por sí mismo ampara,
un hogar de mi sentido en su cabeza.

Los ojos, estampados en marchitez,
no juzgan ni miran encima del hombro.
Ven sombríos su pesar de larga luna.
Las manos, ávidas de tu embriagadez,
despiden olvido inmenso de tu rostro,
ansían con etérea sed tu tribuna.

Mi blasfemia se endurece y se destruye,
ansiando poder dejar de ansiarte tanto,
que de tanto sentirte elonga mi duelo.
Más quisiera tu compromiso que huye,
no haber compartido conmigo su llanto,
ni haber sembrado nunca amor, en mi suelo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario